Por medio de infinidad de incisos, el actor interpretó ante la galería anécdotas de algunas de las novelas ejemplares de Cervantes (El Coloquio de los perros o Rinconete y Cortadillo y su ladrón Monipodio), o de su propia vida (la calificación de monstruo a Lope de Vega y su íntima enemistad). Y nos enseñó otras curiosidades, como que los largos títulos de la época hoy se tomarían por spoiler de sus capítulos, que se puede juegar con el personaje del cura Pedro Pérez y del autor apócrifo Alonso Fernández de Avellaneda, que la única estatua del coprotagonista se halle en Alcalá de Ebro en Huesca, posible ubicación de la literaria ínsula de Barataria (las crecidas del río Ebro rodean todo el valle y lo convierten en una especie de isla), etc.
Tras la función, echó una reprimenda por falta de cultura espectadora a ciertos alumnos -no nuestros-, y alabó esa "gran mentira del teatro" a la que expresiones inconscientes no siempre dejan bien parada (ser un payaso o un comediante, dejar de hacer teatro o comedia, no contar más historias) y cuyos artífices (dramaturgo, actores…), aseguró, conjugan compromiso y voluntad. Asimismo, destacó nuestro pasado literario y a esa concentración de genios como no habido otra en el mundo durante el Siglo de Oro en un kilómetro2 en Madrid (en lo que hoy en día se ha dado en llamar Barrio de las Letras en la zona de copas de Huertas): Cervantes Lope, Góngora, Quevedo…
Con todo, lo más divertido fue su imitación del perro y la del lenguaje pancesco con su retahíla de refranes, el diálogo entre el celoso Cañizares y su esposa (en que con un mismo elemento imitaba la melena de ella que se bajaba para simular la barba de él).
La ausencia de aparato, la sencillez y comicidad escenográfica (por ejemplo el uso de una fregona como lanza) y que el peso de la obra descansase exclusivamente en un actor, no menoscabaron la agilidad narrativa de la función.
Mereció la pena. Y termino como él: "Paciencia y a barajar", porque los pros y los contras de una representación son como los gozos y las sombras de una vida, parte de ella, así que: un hurra por el actor y una indiferencia total hacia los que no respetaron su actuación ni nuestro silencio expectante.